¿Puede un hijo llegar a enfermar si lo metemos en los conflictos de la pareja?

conflicto de pareja e hijosEste post que os presentamos hoy es un poco más largo de lo habitual pero creemos que merece la pena dedicarle ese tiempo, sobre todo para todas aquellas parejas que sienten que están pasando por un mal momento y desean evitar que sus hijos sufran las consecuencias.

Vamos a intentar explicaros una dinámica de pareja en conflicto, que es sutil, pero que puede acarrear serios problemas en alguno de los hijos. Para ello, compartiremos con vosotros un caso real de nuestra consulta: Se trata de un matrimonio (Elena y Luis) con dos hijas (Ana de 14 años y Alba de 8 años). Desde hace un año, Ana ha comenzado a restringir la ingesta de alimentos hasta límites peligrosos, y eso es lo que ha traído a estos padres a consulta.

Al preguntarles por su vida en común, cómo es su convivencia, su relación de pareja… se describen como “felices, sin grandes problemas salvo el de Ana”. Sus expresiones y su lenguaje corporal, no dicen lo mismo. Elena aparenta mucha más edad de la que tiene, su facies transmite tristeza, aunque su actitud es altiva y prepotente cuando al preguntarle acerca de Ana, se siente cuestionada. Luis, se muestra ante el mundo como un hombre abatido, aparentemente sumiso, sin demasiado carácter, a diferencia de su mujer.

Elena dice de Luis: “es muy buena persona, pero no tiene espíritu”. Luis define a Elena como “una gran luchadora, es la que tira del carro, si no fuera por ella no se qué haríamos”.

Empezamos a recoger la historia de pareja y tras el nacimiento de Alba, hay una serie de acontecimientos familiares que sin duda tuvieron bastante repercusión en la pareja. Luis recibió una herencia de su familia y sin decírselo a Elena, decidió invertir en bolsa, llegando a perderlo todo.

Posteriormente Elena se entera y entra en cólera. Pero con el nacimiento de Alba, parece que las tensiones se diluyen y esto se olvida. Aunque sólo lo parece, porque a partir de aquí empezó el calvario de esta pareja. Comenzaron a desconfiar el uno del otro, a hacerse “jugadas” sucias muy dolorosas pero muy sutiles, de manera que aunque dolían, casi no se apreciaba quién había tirado la flecha.

Pronto, conforme las niñas iban creciendo, el ambiente en casa se tornaba tenso, pero sin grandes discusiones aparentes. Es lo que llamamos la “calma tensa”.

Ana, empezó a percibir que entre sus padres algo pasaba, que su madre no trataba del todo bien a su padre y que su padre se mostraba sumiso e indefenso.

Luis comenzó a hacerle sutiles comentarios a Ana sobre la madre, suspiraba, bajaba la mirada cuando su mujer le recriminaba algo. Poco a poco, Ana fue haciéndose la confidente de papá, incluso hacían algunos planes sin contar con Elena.

Mientras, Elena empezaba a sentir cierta incomodidad con esa unión tan estrecha entre Luis y su hija, de la que de alguna manera quedaba excluida. Ana fue haciéndose más y más fuerte en la familia, reprochaba a su madre cosas desde una posición que no le correspondía. Incluso llegó a gritarle e insultarle sin que Luis saliera en defensa de Elena. Ana se izaba como defensora de su padre y daba la sensación de que en cada enfrentamiento con su madre, pretendía ajusticiarla y reprenderla por su mal trato hacia papá.

Día a día, Elena y Luis se distanciaban más emocionalmente y en cambio Ana y Luis parecían un matrimonio bien avenido.

De pronto Ana empezó a decir que se veía gorda, que quería hacer dieta, que además quería ser vegetariana. Elena enloqueció, le gritó, perdió ese día completamente los papeles y le dijo que eso no podía ser, que no se podía ni plantear, ni siquiera pensar en hacer una dieta vegetariana, que estaba creciendo, que era todavía una niña…

Pero, para sorpresa de Elena, Luis no le apoyó. Luis creía que su mujer estaba dramatizando, que no era para tanto, que era normal que a la edad de Ana se preocupara por la imagen…

No sabe Luis hasta qué punto se estaba equivocando apoyando a su hija en una locura de tal calibre.

Además la “jugada” fea que hay detrás de todo esto, es que apoyar a su hija era una forma sutil pero tremendamente dañina de golpear a su mujer. Es decir, como decimos los terapeutas sistémicos de familia, Luis estaba “instrumentalizando a la hija en su conflicto de pareja, instigándola contra su madre”.

Lo que sucedió después, despacio pero sin pausa, fue tremendo. Ana poco a poco fue perdiendo peso hasta llegar a un peso intolerable (medía 1’64 y pesaba 43kg). Se le marcaban todos los huesos, se quedó sin regla (amenorrea), se le empezó a caer el pelo y se le estropeó el esmalte dental como consecuencia de los vómitos autoprovocados.

Al llegar a este extremo, Ana estaba exhausta de decir que la niña estaba enferma y que Luis no la escuchaba, pero un día Luis de pronto entiende que no puede seguir negando la realidad y minimizando un problema que casi era inabarcable. Ese día durante la comida, es él quien obliga a Ana a comer, pierde los papeles y se pone a darle él el puré, introduciéndole él la cuchara a la fuerza como si fuera un bebé, mientras Ana gritaba y lloraba e intentaba escaparse de la mesa.

Ana no o podía creer: “mi padre, cómo ha sido capaz, no me lo puedo creer. Se ha puesto del lado de mi madre. Es un traidor. Le odio. Se van a enterar”.

Con este pequeño relato basado en hechos reales, queremos mostraros los riesgos que entraña meter a los hijos en los problemas de la pareja. Los hijos son un arma arrojadiza potentísima, pero podemos destrozarles la vida si actuamos de esta manera. Vemos también cómo el hecho de saltarnos las jerarquías familiares (aquí Ana estaba actuando más como “esposa” del padre que como la hija que es) puede conllevar graves problemas a la larga.

En muchos de nuestros post os remitimos a nuestro libro: “Ysinembargotequiero: claves para una buena vida en pareja”, pero en casos como el descrito hoy aconsejamos fervientemente consultar con profesionales. Este tipo de dinámicas tan negativas pueden ser detectadas y corregidas si se actúa a tiempo. 

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